O si no, no me explico que por un café “mierdento” echo en una máquina con el sistema de autolimpiado averiado, me claven 1,80 €; o que por una lata de “Poca-Cola” Zero, me apuñalen 2,40 €. En lo que cobran por comerte un bocata de jamón serrano refrigerado y recalentado en un mini-horno, una mini-bolsita de patatas y un refresco (según ellos menú ahorro), ya no voy a entrar. ¡SANGRANTE! La primera vez que vi los precios me sangraron los ojos.
En este tren todo es confort y comodidad, salvo si viajas en el más de una vez al mes, ya que no terminas de olvidar el olor a sudor del último cincuentón que subió en Monforte (que una de dos: o no sabe lo que es el jabón o llegaba muy tarde a coger el tren; y que por su indumentaria se veía a las claras que era soltero y seguiría siéndolo hasta el fin de los días) y ya vuelves a estar en A Gudiña aguantando la incontinencia del compañero de asiento en clase turista, que se ha levantado 13 veces a mear desde Madrid y tu te obligas a seguir sonriéndole y pidiéndole disculpas (por nada, que ni te contesta) cada vez que sale.
Uno que suscribe, intenta coger los billetes con mucha antelación, y cuando sale bien de precio, viajar en Preferente, y a poder ser en plaza única. Al entrar en el vagón, se suele echar una mano con las maletas a cualquier viajer@ que lo necesite, que menos que ser amable y educado ¿no? RENFE, que todavía es una empresa Española, y como tal, trata mayormente con españoles, al iniciar el viaje, en las múltiples pantallas del tren, 3 por vagón, ponen una grabación a la que llaman “Canal Renfe” en un intento por que parezca que el tren tiene tele, con su publicidad y todo, y a parte de los comerciales, aprovechan para recordar a los pasajeros las normas de obligado cumplimiento, para mi de sentido común y principios básicos de educación, pero no tan claras para otros ocupantes del vagón (Esto viene a colación de algo que escuché hace tiempo, que decía que “Al Español no se le aconseja, se le prohíbe”).
Estas normas, como imagináis vienen a ser las que dicta análisis ligero del tema, a saber:
- Ponga su teléfono o sus reproductores de música en modo silencioso.
- Para hablar por teléfono diríjase a las plataformas (espacios entre vagones, separados por puertas automáticas de los mismos).
- Coloque el equipaje en los sitios destinados al mismo. En las cabeceras del vagón el voluminoso y sobre los asientos el de mano.
- Ayúdenos a mantener limpio el tren.
Y un largo etcétera, que ya digo, son todas, normas que caen por su propio peso.
¿De verdad que no os jode cuando tenéis esa sensación de que sois los únicos que se leen las normas y las indicaciones de un servicio?
12:20 de un día cualquiera, el tren inicia su marcha, ponen el citado video, y no pasan ni cinco minutos desde los avisos del video y una tipa sentada cerca, comienza a hablar como si estuviese en la oficina, que si ahora no se quien nos servirá este material, que si yo me dirijo a Galicia, que si la presentación es de adidas, que a nadie se le ocurra llevar nada de nike, que si mi abuela fuma porros…
¡PERO SERÁ MALEDUCADA, LA TIPA, COÑO!
Entendería ese comportamiento en otro tipo de persona, pero cuanta más preparación académica tiene una persona, más me cuesta imaginar que no haya cultivado la educación del mismo modo, Da la sensación de que ha malgastado todo su tiempo en estudiar y no ha dejado ni un minuto para aprender modales.
Al final va a tener razón el dicho que leí anteayer en Facebook que decía que “la ropa cara no tapa la educación barata”. Eso por no hablar de la típica persona mayor que se cree que, porque peina canas y lima juanetes, tiene todo el derecho a retrasar un tren mientras se echa tranquilamente un “Coronas” cada dos estaciones, a hablar a voces por teléfono, sabe Dios con quién, a cada estación que pasa, a mirarte cada vez que se dirige al baño como quien mira a un atracador yonki, y lo que mas jode, que se cree que tiene todo el derecho del mundo a perfumar el vagón con su Channel “Jurásico” o alguna colonia de esas.
Una de dos, o cada día que pasa la gente (de cualquier género y edad) tiene menos educación, o va a tener razón mi mujer cuando me dice que voy a dar un viejo cascarrabias de aupa. Quiero pensar que, aunque reconozco que últimamente me he vuelto más quejica, algo de razón tengo.
Como decía el señor Ozores en el “Un, Dos, Tres”: ¿¡Tengo la razón!? ¡Pues dénmela, hombre, dénmela!
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