El pasado domingo 17, tras una suculenta comida en uno de los mejores restaurantes de Valdoviño ( o incluso de la comarca), muchos besos y abrazos, despedidas, buenos deseos y alguna que otra lágrima (no mía, aún), inicié una nueva aventura viajando hacia el pais donde estará mi nuevo hogar en los próximos tres años: Países Bajos (más comunmente conocido como Holanda). Concretamente a la provincia más al sur, Limburgo. Para un flipado de las maquetas como yo (solo me flipan, no las monto ni las colecciono) siempre es alucinante volar en ventanilla, a pesar de mi vértigo galopante y creo que crónico. Me fascina ver como todo se va haciendo más y más pequeño, hasta que se empiezan a ver los penachos de nubes como si fuesen algodones de azucar flotando en el cielo. Pero este viaje no comenzó en avión, antes tuve que pasar por 2 viejos conocidos, mi coche, el cual dentro de poco tendré conmigo otra vez, alli a donde me dirijo; y el tren hotel, al cual le auguro uno o dos años mas de existencia ya que, a mi, personalmente, siempre me pareció pretencioso lo de llamarle "hotel" (incluso a veces lo de tren se le viene grande), a todo lo mas debería llamarse tren pensión o tren cama, porque no llega ni a "bed & breakfast". Tras 12 largas horas de traqueteo llegué a "Mandril" donde pase una agradable mañana con un colega hasta eso de las 14:00 que me acercó a la terminal para comer algo antes del embarque en el vuelo que me llevaría a la siguiente etapa de mi periplo. Fue un vuelo tranquilo y "nuevo" para mi. Tras el aterrizaje, descubrí cuan largo puede hacerse una terminal de aeropuerto si vas pensando en que no marcaste de ninguna manera tus dos maletas nuevas de color azul marino. No tuve problemas con las maletas ni tampoco en la ventanilla del alquiler de vehiculos. Gracias al navegador incorporado no me perdi en mi camino hacia la provincia de Linburgo y debido a la relajacion, me he fijado en varias cosas. Una de ellas, que aquí apenas hay relieve, no hay montes, y mucho menos montañas. Y otra cosa que no se ve, son eucaliptos. A pesar del agua que tienen, no la malgastan con eucaliptos. Me chocó, me pareció curioso. Tras 200 km de limites de velocidad cambiantes, llegué a destino, cansado y morriñento, pero ilusionado por la nueva aventurá que tan solo acaba decomenzar...
Continuará
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